Sunday, September 15, 2013

Kopi 3

El kopi, el café singapurense, tiene un sabor particular y se debe, según descubro en la página web de «Nanyang old coffee» (cafetería que prometo visitar para comprobar eso de «mantenemos la buena práctica del tradicional café de Singapur»), a que, además de pasarse a mano (en una cafeteras extraordinarias de pico interminable con las que los encargados hacen malabares), es previamente tostado junto a una pequeña porción de azúcar caramelizada y otra de mantequilla.

El «kopi» puede tomarse en distintas presentaciones.  El clásico es el que lleva café, dos cucharadas de leche condensada, un chorrito de leche evaporada y agua (ese es «kopi», a secas).  De ahí en adelante vienen las diferentes y particulares variantes.  Si cambias la leche condensada por azúcar, tienes un «kopi C»; si no quieres azúcar ni leche condensada (solo evaporada), pide un «kopi C kosong»; si no quieres ni leche condensada ni evaporada, entonces es un «kopi O» (o sea, café negro y azúcar); si quieres solo café negro (sin leche ninguna ni dulce alguno), debes decir «kopi O kosong».  Ahora bien, algunas palabritas hacen posible personalizarlo aún más:  si deseas cualquiera variación de las mencionadas pero helada, agrega «peng» (o sea, «con hielo»); si lo quieres menos dulce, «siew dai»; si se te antoja más azucarado, «ga dai»; si necesitas un café fuerte, «gao»; si no dormiste y estás urgido de una bomba de cafeína, pues «di lo» y te dan un triple; y si, por el contrario, sufres de presión alta o no puedes dormir con mucho café en el cuerpo, pídelo «ligerito» sumándole un «poh» a tu solicitud.

Uno puede tomarse un «kopi» en cualquier «hawker centre», los tradicionales y popularísimos restaurantes (parecidos a los «huecos» y «huariques» de comida que abundan en nuestros mercados) o, en su versión moderna, en los centros comerciales (los famosos «food court» que a acá son «hawkers con aire acondicionado» porque, salvo algunos lugares «muy occidentalizados», no hay cadenas de hamburguesas ni de pizzas, sino comida oriental).

En los quioscos donde venden comida (hay de todo, pero eso será materia de otro texto, otro día), no ofrecen nada para beber; generalmente hay uno o dos locales con los «bebestibles».  Uno es la juguería (jugos de fruta recién preparados que, sin ser como los de «Las delicias» en Lima, son muy sabrosos) y, el otro, la cafetería (donde también venden té y puedes tomarlo en las mismas variedades que el café cambiando la palabra «kopi» por «teh»).

La otra opción es visitar alguno de las modernas/clásicas cafeterías.  Hasta donde sé, son dos las más famosas y extendidas por la isla/estado, «Ya Kun» y «Toast Box». Están en casi todos los centros comerciales y en algunas grandes estaciones del metro.  La primera tiene más locales que la segunda, la segunda es más moderna; la primera es simple, la segunda minimalista; en la segunda hay más gente joven y la primera es como ir a un «té de tías». Ambas sirven un buen café, las dos ofrecen tostadas y huevos.

Nosotros preferimos «Toast Box», ¿por qué? No estoy seguro, aunque me atrevo a decir que el ambiente es más acogedor (si bien ambos cafés tienen pocas duras sillas y muchos bancos ingratos con salva sea la parte, como para que no te quedes sentado allí indefinidamente).  Además, todos los locales de «Toast Box» tienen un toque personal (un antiguo radio en «Paragon», un amplio sofá en «Jems», ¡un piano en «Yew Tee»!) que los hacen particulares. A mi infinita Alesia le gusta más el café que allí sirven y para mí es una delicia volver a la infancia remojando una tostada mantequilluda en el kopi humenante.

Sin embargo, sobre todas las cosas, creo que lo preferimos porque disfrutamos, cada tarde, antes de echarnos a andar los tres kilómetros del corredor peatonal que conecta Yew Tee con el edificio donde vivimos, una conversación que incluye las novedades del día, planes, sonrisas, dos kopis y cuatro huevos duros (donde la yema, invariablemente, conserva el corazón a medio cocinar, tierno y sabroso). 

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